Las dos Dianas by Alejandro Dumas

Las dos Dianas by Alejandro Dumas

autor:Alejandro Dumas
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Histórico
publicado: 1847-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo IV

EN EL CAMPAMENTO

RES días han pasado desde el en que tuvo lugar la escena, que dejamos narrada, y estamos a 4 de enero. Contra las predicciones de lord Wentworth, los franceses no sólo han pasado el puente de Nieullay, sino que se han apoderado del fuerte del mismo nombre, así como también de todas las armas y municiones en él almacenadas, y abandonadas por los ingleses en su fuga.

Dueños del fuerte, podían cerrar el paso a los socorros españoles o ingleses que la plaza esperase recibir de tierra, ventaja enorme que valía muy bien los tres días de mortíferos y porfiados combates que había costado.

—¿Es esto un sueño? —se había preguntado el altanero gobernador de Calais, al ver huir a sus tropas hacia la ciudad en espantoso desorden no obstante sus esfuerzos heroicos para alentarlas y contenerlas.

Para que su humillación fuera mayor, se había visto él mismo en la precisión de seguir a sus desmoralizados soldados, pues su deber era morir el último de todos.

—Afortunadamente —le dijo lord Derby, luego que se encontraron al abrigo de las murallas—, Calais y el Viejo Castillo pueden sostenerse bien durante dos o tres días con la escasa guarnición que nos queda. Somos dueños del fuerte de Risbank y del mar, y no está lejos Inglaterra.

El Consejo de Guerra, convocado por lord Wentworth, declaró que la plaza podía salvarse, pero que para ello precisaba imponer silencio a la voz del orgullo, y enviar, sin perder momento, un aviso a Dover. Veinticuatro horas más tarde se recibirían socorros importantes que obligarían a los sitiadores a levantar el cerco y Calais se habría salvado.

Lord Wentworth se vio obligado a adoptar el partido propuesto por el Consejo: una embarcación se hacía instantes después a la mar, llevando un mensaje urgente para el gobernador de Dover.

Los ingleses tomaron seguidamente excelentes disposiciones para la defensa del Viejo Castillo, donde concentraron todas sus energías. Realmente era aquel el lado vulnerable de Calais, porque para la defensa del fuerte de Risbank, bastaban el mar, las dunas y un puñado de soldados de las milicias urbanas.

Pero dejemos a los sitiados organizando la defensa de Calais, y hagamos una visita al campamento de los sitiadores, deteniéndonos ante todo en la tienda del vizconde de Exmés, donde encontraremos a nuestro antiguo amigo Gabriel, a su escudero Martín Guerra y a los valientes reclutados por este.

Como eran soldados y no minadores, y su puesto estaba en los combates y en los asaltos y no en las trincheras ni en los trabajos de sitio, tenían derecho a descansar durante la noche, y descansando estaban. Si alzamos un poco la lona que cubre la entrada de una tienda algún tanto aislada que veremos a la derecha del campamento francés, encontraremos a Gabriel y a su poca numerosa tropa de voluntarios. El cuadro que presentan es pintoresco y variado. Gabriel, sentado en un taburete colocado en un ángulo de la tienda, está con la cabeza baja y parece absorto en profundas meditaciones. Martín Guerra arregla la hebilla



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